Desde su origen, nuestro planeta ha estado en constante cambio y, por ende, los seres
vivos han debido
adaptarse
a las nuevas condiciones del medio para sobrevivir.
Si los cambios en el ambiente son lentos, los seres vivos tienen la capacidad
de reajustar, generación tras generación, sus organismos, su alimentación,
su comportamiento, etc., para enfrentar las nuevas condiciones de su hábitat.
El conjunto de estos cambios se denomina
evolución
.
Pero si los cambios son muy drásticos y repentinos, los seres vivos no tienen tiempo
para adaptarse a las nuevas condiciones del ambiente y pueden
extinguirse
.
Si una especie se extingue, el equilibrio de todo el hábitat se pone en riesgo, pues
los elementos bióticos dependen unos de otros. Por ejemplo, las plantas son el
alimento de los animales herbívoros y estos, a su vez, son el alimento de los animales
carnívoros. Si las plantas desaparecen, ¿de qué se alimentarán los herbívoros?
Y si los animales herbívoros mueren por falta de alimento, ¿de qué se alimentarán
los carnívoros
La principal consecuencia de estas actividades es la alteración de los hábitats
naturales. Si alteramos los hábitats, los seres vivos se quedan sin hogar y alimento,
y se ven obligados a desplazarse hacia otros entornos, competir con otras especies
y adaptarse a las nuevas condiciones. Cuando no lo logran, su existencia se pone
en peligro.
Si no actuamos hoy, muchas especies de plantas, como orquídeas, bromelias,
helechos, etc., y animales como cóndores, águilas arpía, tapires, osos de anteojos,
pumas, armadillos, guacamayos, pericos, etc., podrían desaparecer del planeta
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